«El éxito del miedo». Vaya por delante que no es una película, pero si son actores (actorazos) los que han provocado que escriba este post.

el éxito del miedo

Hace unas semanas, viendo un reportaje sobre los cuatro actores nominados al Goya a la mejor interpretación masculina: Bardem, Tosar, Fernández y Gutiérrez (con uno de ellos compartí dos frases y un avión, mis 15 sg de gloria…) hablaban del miedo y sus inseguridades. Aquí va el momento:

Después de ver los casi cuatro minutos en los que estas «cuatro bestias pardas» de la interpretación muestran sus miedos, las inseguridades devenidas de la edad, que no siempre van con la seguridad como arma infalibles a pesar de su inmenso talento; de la suerte, sí la suerte juega su papel (cuánto daño hace lo de: no tengo suerte es que trabajo muy duro… no comment). Me vino a la cabeza (esta cabeza de inconexas ideas) una asociación, igual peregrina, igual estúpida, pero me dije: igual el éxito consiste en no dejar de tener miedo.

Me explico (que venís todos cual tuiteros después de una caída de wifi), miedo entendido como ese acicate que no te hace dar por supuesto nada, de que cada vez que afrontas un trabajo, por muy bueno/a que seas, por mucho talento que tengas hasta para hacerlo con los ojos cerrados (podía emplear una frase más prosaica), siempre has de ser crítico/a y procurar hacerlo del mejor modo posible o del mejor modo que sepas. Aunque hacerlo del mejor modo posible no siempre vaya acompañado de la etiqueta de éxito.

En estos tiempos «felices», donde no ser feliz o tener miedo deber ser como Gurb en el ecosistema laboral, reconocer en cuatro personas exitosas esos miedos; me hace reflexionar sobre qué es el éxito, qué es el éxito para cada uno, qué definición debería tener la sociedad del éxito y si de una vez por todas dejamos el éxito como parámetro de medida de la valía personal.

Abracemos el miedo (¡Dios mío!, que de autoayuda y coaching ha sonado esto) como elemento de mejora, siempre que no nos paralice. Que tener miedo a fallar, confundirse o equivocarse no es nada malo, lo malo es la autocomplacencia, el talento (otro mantra manido) como vehículo de la gloria eterna. Usemos el miedo a no dar nada por sentado, lo que viene siendo la capacidad autocrítica y crítica, de la que vamos tan faltos en estos tiempos de post virales.

Lo dicho, miedo, mucho miedo.

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